Seguro que alguna vez te has cruzado con alguien de la clase de personas que te voy a describir. No son comunes, casi están en extinción. Son sencillas, discretas, pero con un simple gesto o un comentario le dan la vuelta a tu día.
Ayer estaba en un establecimiento y al pasar por un pasillo de menaje me crucé con una señora. Casi no me di cuenta, era de unos cincuenta y poco años y la vi distraída observando algún producto. Al pasar por donde estaba, se giró, asintió con la cabeza y me iluminó con una gran sonrisa que me sacó de mi letargo de sobremesa.
Escuché a una psicóloga hablando sobre que se nos ha educado en el no contacto. En no decir lo bueno a los demás, no dejar que te toquen, ni casi que te hable un desconocido.
Pues a mí me encanta. Necesito a más gente así. Gente empática, cordial, humana. Parece que abundan, pero no son tantos; de hecho, son sólo unos pocos.