lunes, 18 de agosto de 2014

Obsolescencia

Hace unos días vi parte de un reportaje sobre lo que han denominado la "obsolescencia programada" de los consumibles que utilizamos cotidianamente. Este trabajo me hizo ver y ser consciente de la cantidad de basura tecnológica que generamos.

Dejando a una lado los residuos que cada domicilio desecha relacionados con los alimentos, hay que valorar los dispositivos como móviles, ordendores, impresoras, electrodomésticos y otros aparatos que tiramos a la basura porque han quedado obsoletos, a pesar de que pudieran tener arreglo.

El problema es que, como ocurre cada vez más frecuentemente, buscar una pieza de recambio para cualquiera de estos útiles resulta más caro que comprar uno nuevo. El mercado ofrece novedosos aparatos, con más utilidades y a un precio competitivo.

La cuestión que nos planteamos es qué hacer con toda esta basura electrónica, cuya gran parte se envía a países del tercer mundo. Allí constituye un auténtico vertedero de plástico y metal en territorios a los que les queda muy lejana la obsolescencia.

martes, 12 de agosto de 2014

Los buenos

Cuando conocemos la noticia de la muerte de personas que han marcado nuestra vida en diversos ámbitos, nos sentimos tristes, dolidos, nos falta algo. Ese sentimiento es distinto al pesar que sufrimos cuando le ocurre algo malo a alguien que conocemos; pero que no deja de apesadumbrarnos.

Quedamos huérfanos. Así lo titulan los medios de comunicación, bien sea en el sector de la literatura, el cine, el fútbol, el periodismo, la música... Lo cierto es que cuando muere alguien a quien admiramos por lo bien que hace su trabajo, aquejamos una aflicción.

Así me ha ocurrido con el fallecimiento de Chavela Vargas o Gabriel García Márquez. Eso mismo he sentido hoy tras conocer la muerte de Robin Williams y lo seguiré sintiendo cuando otros grandes vayan cayendo. Es que los buenos siempre dejan huella, por muy lejos que se vayan.

viernes, 8 de agosto de 2014

El prójimo

El ébola ha hecho saltar todas las alarmas. Lleva meses matando a cientos de personas en África, pero cuando se ha contagiado un español al que trasladan a nuestro país para asistirle se ha comenzado a hablar del virus. Ahora nos interesa, existe el miedo al contagio y hasta se ha llegado a preguntar quién sufragaría los gastos de la repatriación del religioso. Considero inaudito que importe más cuánto cuesta y quién lo paga que si el señor Pajares va a salvar su vida y si los protocolos de actuación surtirán efecto adecuadamente.

Estos días han proliferado mensajes en las redes sociales diciendo que miramos al continente vecino porque el ébola se contagia, cuando llevan décadas muriendo de hambre y nadie ha puesto el grito en el cielo. Lo mismo ocurre con Gaza. Han muerto muchos niños y las imágenes de la tragedia nos hacen compadecer tanta desgracia.

Sin embargo, ¿sabemos sentir pesar por los problemas de nuestros vecinos, o de aquellos que sufren cada día la tragedia del hambre, del paro, de la discriminación cerca de nosotros? ¿Sentimos lástima por las personas que piden una limosna a las puertas de una iglesia o en un semáforo?

Donamos dinero ante una gran crisis humanitaria como sucedió en Haití hace unos años pero evitamos la mirada a quien pide dinero. Estamos condicionados por lo que que conocemos a través de los medios de difusión y no somos capaces de mejorar la vida de nuestros prójimos, aquellos que agachan la cabeza cuando solicitan ayuda.