miércoles, 26 de junio de 2019

Mi Villa

Vivo en una Villa, noble y leal. En una tierra con olor a gofio y a flores. Donde se escucha el sonido del agua y el cantar de los pájaros. Un enclave bautizado por el mar y coronado por el Teide.

Las calles son de piedra, los balcones de tea y las puertas las abren unas manos de mujer. Pero en mi pueblo hay muchas manos: manos bordadoras, campesinas, artesanas, alfombristas, reposteras, ganaderas, escritoras...

Conviven casas señoriales de gran riqueza arquitectónica, molinos, con los humildes y conservados pajares en las zonas altas. Todas señas de nuestro patrimonio. Edificios centenarios y rincones mágicos al pie de un drago.

Estos días conmemoramos las fiestas patronales, donde el color del traje típico se une al jolgorio de las parrandas. Degustamos papas y carne y brindamos con el vino de la tierra. Aquí, en mi Villa, La Orotava, amable y cercana, como su gente.

Terrorismo machista

Estos últimos días se ha escuchado el término de "terrorismo machista" para referirse a la lacra que ha acabado con la vida de más de mil mujeres tan sólo en los años en que hay registro de las muertes sucedidas por razón de violencia de género. Evidentemente, sabemos que en años anteriores fueron muchas más.

Lo más sorprendente y triste es que las nuevas generaciones ven el control a las mujeres y la violencia como algo común. Una niña de 15 años fue estampada contra un escaparate por su novio hace unos días. Este terror no sabe de edades ni de clases sociales; pues también conocimos el caso de un guardia civil que le pegó dos tiros a su mujer para luego suicidarse. ¿Cómo puede ocurrir dentro de un Cuerpo que lucha para erradicar esta injusticia?

Sólo decir que la muerte de mil mujeres es, sin duda, un acto de terrorismo. La educación y los poderes del Estado deben aunar fuerzas para luchar y exterminar esta matanza.

miércoles, 12 de junio de 2019

Cabreo telefónico

Esta situación que les relato seguramente les resulta muy familiar. Después de una larga jornada, te encuentras en casa cenando u organizando las tareas domésticas y suena el teléfono. Es tarde, enseguida piensas en que ocurrió algo malo, pero descuelgas y escuchas a un operador telefónico al otro lado de la línea .

Empieza una digestión pesada y te pones de mal humor para terminar el día. Anoche ocurrió exactamente lo mismo. Esta situación te obliga a declinar las excelentes ofertas que te hacen, interrumpir, aclarar o simplemente colgar el teléfono. Todo depende de tu estado de ánimo.

Las restricciones gubernamentales en cuanto a los horarios de este tipo de llamadas comerciales evidentemente no son respetadas. La ley de protección de datos dudo que la cumplan, pero no pasa nada; sólo te han fastidiado la tarde.

Y me pregunto, en la era de la imagen e Internet, ¿todavía funcionan las ventas por teléfono? Conozco a quienes escuchan todo el repertorio y al final, tras varios minutos de explicación, agradecen educadamente el tiempo dedicado, pero no adquieren el producto. Vaya chasco, si lo miras desde el lado del operador. Casi son mejores los que cuelgan bruscamente.