miércoles, 4 de octubre de 2017

A primera vista

Los seres humanos somos animales de costumbres. En nuestras relaciones sociales establecemos contacto con otras personas y desde el minuto cero abrimos una carpeta en nuestro cerebro para clasificar a nuestros interlocutores.

Las categorías son múltiples: estúpido, parlanchín, tímido, egocéntrico, extrovertida... y se encasillan casi de manera automática tras un primer contacto. Las interactuaciones siguientes serán fundamentales para mantener ese calificativo o catalogar a la persona como algo totalmente distinto.

A todos nos ha pasado. Hemos conocido a alguien que, simplemente, por sus características físicas o por la primera conversación que hemos mantenido con ella la hemos tildado de algo, pero que después de profundizar en la relación nos hemos dado cuenta de que es opuestamente diferente. Estos casos me encantan, porque son una cachetada a nuestro raciocinio y una lección de aprendizaje que nos hace luchar contra los malditos prejuicios a los que parece que estuviéramos condenados a rendirnos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario