Te fuiste una mañana soleada, pero fría. Se apagaron tus ojos verdes y tu eterna sonrisa y no me quedó más consuelo que tu recuerdo.
A mi boca vienen, sin poder evitarlo, frases que siempre decías y me calma pensar que nos has trasmitido tu grandeza, tu sencillez y tu sabiduría.
Mis ojos se llenan de lágrimas porque no vamos a poder compartir más momentos con sabor a café, pero sé que estás conmigo.
En ti he conocido el significado de la palabra abuela. Fuiste la mía, la única. De la que he aprendido y a la que he admirado y no te quepa duda de que voy a seguir haciéndolo.
Te quiero, Nicolasa.
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