jueves, 25 de abril de 2019

Vergüenza

He sentido vergüenza, vergüenza ajena y vergüenza propia.  Vergüenza como persona, como raza.

Vergüenza de que una niña de 16 años llamada Greta Thunberg, activista medioambiental, haya encarado a los dirigentes del Parlamento europeo con una ristra de razones sobre las actuaciones que se han emprendido en pro de una vida más cómoda y sus terribles consecuencias en el planeta,y que a nadie se le haya puesto la cara colorada. Que los intereses de los magnates de grandes compañías primen sobre el groso de la población mundial y callen las bocas de quienes tendrían que andar a gritos denunciano tal atropello.

Vergüenza de que en la semana de los debates preelectorales los candidatos a la presidencia del Gobierno español se hayan dedicado a increparse unos a otros en lugar de dar argumentos. Vergüenza por la escasa educación de quienes pretenden representar a un país y que ni siquiera mencionaron temas trascendentales, como la investigación científica o el más que evidente cambio climático.

Vergüenza de que sigamos pensando que nos vamos a comer el mundo y que hay otro de repuesto.


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