miércoles, 11 de enero de 2012

¿En qué país vivo?

 

Hoy por hoy diría que es poco aconsejable dejarse informar. Tiemble si espera oír en un informativo una buena noticia. Los titulares de los periódicos no hacen más que atestiguar congelaciones de salarios, subidas de impuestos y sucesos realmente escabrosos que, por desgracia, cada vez están más de actualidad.

Valga unos cuantos ejemplos: Unos ciudadanos británicos cogen un vuelo hasta el sur de Tenerife para dedicarse a robar en las habitaciones de complejos turísticos. Políticos de poca monta son juzgados por meter la mano en saco ajeno y desviar importantes cantidades de dinero público a fines particulares. A un policía de paisano le apalean por intentar defender a una mujer maltratada.

Me pregunto con qué moral se puede desahuciar a un anciano octogenario que no se vale por sí mismo por dejar de pagar una mensualidad de su avejentada hipoteca y con la misma vara de medir derrochar miles de euros de las arcas públicas en fiestas privadas. Todo un despiste que saliera a la luz el caso. En este sentido, si me preguntan dónde vivo, puedo contestar que no es país para viejos. Y si no, le remito a la residencia lanzaroteña donde se dedican a maltratar a los ancianos a cambio de una módica cantidad mensual.

Cada día conozco más informaciones que no sé cómo digerir. Me pregunto cómo pueden darse casos de tal magnitud en un país que dice considerarse uno de los de primer orden mundial a golpe de tijeretazo a los suyos para llegar a la altura de los colegas europeos. Sí, europeos, donde el salario mínimo interprofesional duplica o hasta triplica el de un españolito.

A pesar de lo que me pueda llegar a asombrar cada noticia que conozco, doy gracias de ser partícipe del cuarto poder. Ése que gestionan los medios de comunicación y gracias al que puedo conocer los aberrantes hechos que se producen en el mundo a diario. El poder que me ofrece la posibilidad de conocer para luego apuntar lo que considere al respecto. ¡Bendito periodismo!

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