Niq ue decir tiene que las cifras de desempleo en España son cuanto menos asombrosas. Más de seis millones de personas sin empleo en un país gobernado por un Ejecutivo que ha realizado promesas electorales que hoy ponemos en entredicho. Y no es sólo eso, sino que ha llevado a cabo una reforma laboral sin el apoyo del resto de partidos, de sindicatos ni de trabajadores y que parece que está revirtiendo la situación.
Pues en este contexto imagínese usted lo caldeado que está el panorama laboral. Tanto es así que cualquier oferta de trabajo se convierte en una masiva afluencia de personas que acuden al lugar indicado a entregar su currículum vitae. Y con ello depositan todas sus esperanzas.
Este ejemplo lo vivimos esta misma semana en Santa Cruz de Tenerife, donde una empresa capitalina vio desbordadas sus expectativas ante la inmensa cantidad de gente que se personó en el lugar con el documento en mano. Lo mismo sucedió estos días en un pueblo valenciano donde ante un rumor de que la multinacional Ikea ofrecía trabajo, llegaron a la población más de dos mil personas con el único objetivo de participar en el proceso laboral, que, para más inri, en este caso era inexistente.
La inserción laboral es muy difícil hoy por hoy, tanto para los jóvenes menores de 25 años, que encabezan índices de paro de casi el 70% en las Islas, como de personas de más edad, que alcanzan el 33% de desempleo en el intervalo de los 25 a los 54 años.
Quien más quien menos conoce o sufre en sus carnes la imposibilidad de acceder a un empleo, así que, hoy, 1 de mayo, Día Internacional del Trabajo, fecha en que en otra época eran habituales las reivindicaciones laborales, enarbolamos la bandera del "yo quiero trabajar".
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