sábado, 19 de julio de 2014

Tiempo de guerra

En la vorágine temporal en la que estamos inmersos y con la cantidad de avances científico- tecnológicos que existen y que se descubren día a día, aún hay espacio para la guerra, para la masacre, para la maldad y para el odio. Para la aversión entre culturas, para la discriminación y para la pobreza en el peor de sus extremos.

Hoy, que el hombre civilizado ha logrado desbancar a los tiempos pasados, que se ha pisado la Luna, que se han logrado proezas extraordinarias en el ámbito de la medicina y la ciencia, que el mundo debería seguir avanzando hacia el progreso, aún hay cabida para lo mísero y lo bajuno.

Con la cantidad de alimentos sobrantes que consume  el mundo occidental se podría paliar el hambre que existe en la otra mitad del planeta, pero no. No interesa, no importa que otros sufran mientras que el primer mundo tenga a la mano todo lo que precisa. Se seguirán construyendo máquinas inteligentes que a los pocos años serán obsoletas, mientras unas sencillas vacunas podrían salvar de la muerte a la otra mitad.

La noticia del accidente aéreo de esta semana me ha conmocionado. Murieron 298 personas, muchas de ellas expertos con un excelente potencial que se dirigían a un congreso mundial sobre sida. Sin duda, les lloran más que sus familias.

Por desgracia, en tiempos de avances volvemos a la guerra. Los territorios israelíes y rusos se afanan en las armas para disputarse las diferencias culturales. Y los niños que jugaban en las playas lo pagaron con su vida.

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