domingo, 20 de agosto de 2017

Dolor

Este agosto el dolor nos ha tocado de cerca y nos hemos dado cuenta de que somos vulnerables. Igual de sensibles que cuando la tragedia ocurre en otro lugar, pero hemos sentido el dolor más nuestro, más cercano, que habla nuestro idioma.

Cuando conocemos la identidad de los fallecidos en un atentado como el que ocurrió en Barcelona esta semana, sean turistas o nacionales, sentimos nuestro ese dolor marcado por la injusticia. Las velas, las flores, los escritos de condolencia son la señal de la solidaridad de un pueblo despierto y empático que lamenta el dolor de los nuestros.

Las muestras de humanidad de profesionales de la hostelería, de taxistas, de comerciantes y de ciudadanos anónimos me hacen sentir orgullosa del país donde vivo. Sin dejar de mencionar la exquisita y necesaria labor de las fuerzas de seguridad.

Cuando todos nos hemos sentido atacados la mejor respuesta no es otra ofensa, sino el respeto, la tolerancia y la convivencia pacífica, para demostrar que más allá de las diferencias políticas somos una nación unida, solidaria y ejemplar.




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