martes, 18 de septiembre de 2018

La espera

Nuestro sistema nervioso, en perfecta conjunción con el cerebro, se manifiesta en algunas personas con más evidencias que en otras; es decir, hay quienes son individuos más nerviosos, susceptibles y otros que son prácticamente inalterables.

Me he dado cuenta  de que los trabajadores de ciertos establecimientos se ponen nerviosos cuando hay una gran cantidad de personas esperando a ser atendidas. Es una circunstancia normal cuando miras hacia adelante y ves que hay decenas de personas esperando y que ponen mala cara. Por más que intentes recibirles con una sonrisa, esa actitud no es correspondida.

Una actitud distinta creo que se produce en un centro médico u hospitalario. Los pacientes se quejan, manifiestan su malestar a auxiliares y enfermeros, pero no suele ser así cuando por fin son atendidos por el médico, por más que lleven unas horas esperando.

Normalmente las categorías más bajas laboralmente son las que aguantan el chaparrón y son quienes reciben quejas y hasta amenazas de los clientes, como ocurre con secretarias, cajeros, etc. Una vez se persona el alto mando, la persona ya se ha descargado previamente y es más pacífica.

Me vienen a la cabeza los teleoperadores o los comerciales de calle, que tienen un trabajo poco reconocido y mal valorado. Los clientes no suelen ser nada empáticos con ellos. Muchas veces les evitan, les dicen mentiras, reciben burlas, etc.

Debemos dirigirnos con el mismo respeto a un trabajador raso que a un alto directivo. En la mayoría de ocasiones, los primeros son simplemente transmisores del mensaje que la empresa nos quiere hacer llegar, aunque muchas veces no sea agradable o no nos interese.




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