Vivo en una Villa, noble y leal. En una tierra con olor a gofio y a flores. Donde se escucha el sonido del agua y el cantar de los pájaros. Un enclave bautizado por el mar y coronado por el Teide.
Las calles son de piedra, los balcones de tea y las puertas las abren unas manos de mujer. Pero en mi pueblo hay muchas manos: manos bordadoras, campesinas, artesanas, alfombristas, reposteras, ganaderas, escritoras...
Conviven casas señoriales de gran riqueza arquitectónica, molinos, con los humildes y conservados pajares en las zonas altas. Todas señas de nuestro patrimonio. Edificios centenarios y rincones mágicos al pie de un drago.
Estos días conmemoramos las fiestas patronales, donde el color del traje típico se une al jolgorio de las parrandas. Degustamos papas y carne y brindamos con el vino de la tierra. Aquí, en mi Villa, La Orotava, amable y cercana, como su gente.
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