No creo que haya hecho falta vivir una pandemia mundial para reconocer la importancia que tienen en nuestras vidas los mayores y los niños. Lo que sí es cierto es que a veces no les damos mucho crédito o no valoramos demasiado sus opiniones.
La intensidad de la vida adulta hace que en ocasiones dejemos de lado la ilusión y la esperanza de los niños y que desdeñemos la voz de la experiencia de nuestros mayores.
Este tiempo de apaciguamiento impuesto nos ha hecho ver que son necesarias las dos cosas: inocencia y sensatez.
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