Últimamente están de moda los debates sobre principios machistas y la opinión que tenemos los ciudadanos al respecto. Y digo ciudadanos, sí. Ciudadanos y no ciudadanos y ciudadanas, porque el lenguaje no me parece la cuestión más relevante que tendríamos que abordar para llegar a la verdadera igualdad.
Lo que me parece condenable es que la mujer no pueda optar a un puesto de trabajo por ser mujer. O que desempeñando el mismo empleo, llegue a cobrar un salario hasta un 20% inferior que el hombre. Y esto no ocurre sólo en España, sino que países como Alemania, que se consideran el ejemplo europeo, refieren la misma situación.
Yo, mujer, preparada y formada, puedo desarrollar el mismo trabajo que un compañero varón, siempre y cuando mi anatomía me lo permita. Aunque lo consideren extraño, apoyo la idea de que hay puestos de trabajo que pueden desempeñar mejor los hombres que las mujeres. Me explico. No es cuestión de machismo, es una cuestión fisiológica. El cuerpo del hombre comprende mayor musculatura que el de la mujer y puede desarrollar más fuerza y soportar más peso. Con esto no defiendo que en los casos en que una mujer puede realizar la misma labor que el hombre, o de similar categoría, la mujer perciba menos salario.
Entiendan que en este caso particular me remito a una cuestión exclusivamente física. Si pasamos a hablar de lo intelectual, ahí dominamos claramente las féminas. Está demostrado que las universidades están integradas por un mayor número de mujeres que de hombres y que son ellas quienes concluyen sus estudios con mayor éxito académico. No sucede lo mismo si ya pasamos al ámbito laboral. ¿A cuántas mujeres directivas conoce? ¿Por qué los Consejos de Administración de las grandes entidades económicas están lideradas por hombres? ¿Es que no existen mujeres directivas o que a los hombres no les gusta tener a una mujer al mando?
No tengo prejuicios de género ni de una parte ni de la otra. Hoy nadie ve raro a un hombre esteticista o a una mujer camionera. Pero no ocurría lo mismo solamente unas décadas atrás.
La mujer ha sabido vencer los estereotipos, pero en estos tiempos, la sociedad sigue encasillándola en determinados hábitos. Me remito por ejemplo a la baja por maternidad, que en la inmensa mayoría de los casos la realiza la mujer y el permiso por paternidad en este supuesto es de pocos días. Sí, si es la mujer la que decide amamantar a su bebé, pero no si lo hace por imposición. Hasta ahora ha sido habitual que sea la mujer quien críe a su hijo durante sus primeros meses de vida, pero todos conocemos el biberón y no tiene limitaciones para los papás.
Le animo a que se preocupe por observar a cuántas mujeres ve por la calle con sus hijos y a cuántos hombres en la misma situación. A la mamá se la considera una madraza y al padre: ¿un papá en apuros?
Ni hablar de los vestigios machistas que aún arrastramos. Me niego a que los padres otorguen una educación diferente a los hijos con razón de su género. Y el principal problema surge de estos primeros momentos, de la educación familiar que aún contiene residuos machistas. Porque la mujer si es exigente y recrimina sus malos hábitos laborales es una histérica o está pasando por el período menstrual. Y el hombre es todo un machote en la misma circunstancia. No señores. No señoras. No es así.
Yo, y tú, hombre o mujer, luchemos porque no tengamos que avergonzarnos por hechos como los aquí referidos. Porque nos necesitamos y lo más importante es que nos respetamos. Si es usted un hombre, valore qué pensaría si pasara por estas vivencias que sufre la mujer. Usted, que se ha preparado, intentando vencer los ecos del pasado y que hoy en día obtiene una respuesta poco alentadora de una parte de la sociedad que se empecina en discriminar a la mujer.
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