domingo, 9 de septiembre de 2012

El mayor miedo

Uno de los mayores miedos a los que nos enfrentamos los seres humanos es la muerte. Tal vez no tanto a la propia como a la de nuestros familiares y allegados. Seguramente, pensar en la propia defunción es un tema que no tenemos en consideración mientras somos jóvenes o gozamos de buena salud.

La vida evoluciona, hoy manejamos muchos ámbitos de nuestra cotidianidad cada vez con más facilidades y de manera muy cómoda. Cada día conocemos innovaciones tecnológicas, aplicaciones que nos permiten pedir una cita con el médico con sólo pulsar un clic o comprar sin movernos de casa. Sí, las cosas cambian. La vida mejora, pero, ¿cómo iban a imaginarse nuestras abuelas que iban a ver el mundo como es hoy? 

El temor, el miedo y los sentimientos son difíciles de controlar. De hecho, me atrevería a afirmar que en este ámbito poco ha cambiado. Me refiero a que mi abuela sentiría la misma pena ante la muerte de un familiar cercano de la que puedo sentir yo. En sus tiempos y en los míos sentiríamos la misma angustia. Par eso no se han inventado recetas ni preceptos.

En ocasiones, podemos prepararnos para entender un tránsito difícil, como la muerte de nuestros antecesores, por muy dolorosa que sea. Lo que nos cuesta más comprender y asumir es perder a nuestros descendientes. Y es que para eso no estamos preparados. La muerte no siempre tiene la misma cara. Si hablamos de una persona mayor y enferma, hasta podríamos entender su pérdida. Pero ¿cómo nos enfrentamos a la muerte de un hijo, de un hermano o amigo joven que acaba de empezar a vivir; sin patologías ni problemas de salud?

En nuestra sociedad la muerte es una pérdida, el acabose. Otras culturas la celebran, la consideran un tránsito al más allá. En México celebran el día de los muertos rindiéndole honores a quienes fallecen, les hacen ofrendas de cosas que deseaban mientras vivían, como manjares o cigarrillos.

Nosotros nos hemos educado en el sufrimiento en cuanto a la muerte. Por eso,hoy creo que por mucho que se avance en el ámbito médico, tecnológico y social, los sentimientos intrínsecos de los seres humanos no entienden de progresos. Podemos aprender técnicas de control y relajación para llevar mejor la ansiedad y sobrellevar el día a día, pero ante la muerte no sabemos luchar. Es una desconocida que nos sigue ganando terreno y a la que, después de miles de años, tememos de la misma manera.


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