Hace unas semanas que vengo escuchando en las emisoras de radio de ámbito nacional una cuña publicitaria que no puedo calificar por menos de sexista. Se trata del anuncio de La Primitiva.
En pocos segundos se relata la vida de una mujer, catalogada como ama de casa, que describe un sueño que ha tenido. En las peripecias oníricas de la señora lo que aparece
en su día cotidiano es un plumero, que parece perseguirla, también salen a
escena unas alubias que se están cocinando y para culminar se menciona la
telenovela. Finaliza la
cuña con una voz en off que pronuncia la frase: “¿Qué clase de sueños vas a tener si
no juegas a La Primitiva?”.
Si
usted escucha este relato, tal vez no le llame la atención. Pero a mí desde el
primer momento en que lo oí me conmovió sustancialmente. Y es así porque con
este encasillamiento de la vida de la mujer en las labores de la casa no se
logra, bajo mi punto de vista, sino ahondar en estereotipos que a estas alturas
deberían estar más que superados.
Estos
mensajes pueden llevar a plantearse lo desdichada que es la vida de una mujer
relegada a sus quehaceres diarios. Y sin dinero, si no juega y le toca La Primitiva,
parece que más miserable será su existencia. ¿Por qué se pone de ejemplo la vida
de una mujer que no puede aspirar a más que limpiar, cocinar y ver la televisión?
Y que no sueñe con conseguir ningún logro si no es agraciada en el dichoso sorteo.
Me sorprende que una entidad como Loterías y Apuestas del Estado no realice una análisis de los contenidos que publicita, que pueden herir la sensibilidad de los oyentes. Y pongo en duda los beneficios que pueden obtenerse mediante la venta de estos productos de juego apostillando de esta manera los perfiles sociales.
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