Con la realización de mi reportaje sobre Isidro, un hombre que muchos consideraban vagabundo por padecer síndrome de Diógenes, me he dado cuenta de la cantidad de prejuicios que llevamos implícitos en nuestra apreciación de otras personas.
No pueden imaginarse la cantidad de individuos que me han referido al protagonista de esa historia como a un pobre diablo. Como lo ven rebuscando en la basura, su "ordenador de a bordo" les indicaba directamente que se trata de un desgraciado. Ha sido fascinante la cara que han puesto cuando les indiqué que Isidro se sirve de cosas que recoge en la basura para expresarse en su día a día. De las revistas, que son su predilección, recorta la fotografía de aquellas cosas que desea, y no me refiero a un coche o una moto, sino simplemente a hacer saber a su familia que le apetece comer naranjas o pollo.
Los prejuicios parece ser que los llevamos en vena. Y nos sobresaltan a diario, cuando vemos a una persona postrada a la puerta de una Iglesia o de un supermercado con un cartel pidiendo una limosna, o cuando se acercan a su coche los gorrillas de algún apracamiento público para solicitarle una propina.
Pero prejuicios hay para bien y para mal. ¿Por qué creemos en la palabra de alguien a quien admiramos y a quien estimamos muy bien? ¿Es que acaso esta persona no puede engañarnos? En ocasiones nos justificamos nosotros mismos para no pensar mal de él.
Imagínese que es usted familiar de uno de los políticos de los que conocemos casos de corrupción. Piense que duerme en su misma cama y comparte la vida con esta persona. Cuando salta la noticia, lo menos que quiere es sospechar que su cónyuge, a quien tiene por buen representante público y por alguien transparente, está pringado en este asunto. Pero puede que le embargue la duda.
En fin, que somos detectores automáticos de perfiles. Sólo por la apariencia de alguien, los prejuicios manifiestan si debemos confiar en él o en ella o descartarlo. Y me imagino que así deben funcionar los procesos de selección para candidatos de empleo. Si gusta tu foto, o eres agradable a la vista no importa el currículum de tu contrincante, que te quedas.
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