Una de las maneras más rápidas y eficaces de contrarrestar alguna afectación de la salud es la medicina convencional. ¿Quién no ha tomado una aspirina ante un dolor de cabeza? Muchas veces acudimos al remedio antes de diagnosticar el problema. Sin saber qué patología sufrimos, tomamos medicamentos que están a nuestro alcance con sólo acudir a una farmacia y explicarle que nos expenda un producto para la garganta inflamada, por ejemplo.
¿Y dónde queda el papel del médico? ¿Y dónde el de la medicina alternativa? Es cada vez más común oír hablar de la homeopatía, de herbolarios y de productos naturales para hacer frente a padecimientos cotidianos y también como métodos de prevención y garantía de salud. Me refiero con esto a las recomendaciones y aquí entran en juego los productos para mantener bajo control el colesterol, la densidad ósea, etc.
Planteo un duelo entre la medicina tradicional versus las terapias alternativas. Éstas últimas han demostrado eficacia en casos que no se han podido resolver mediante la práctica convencional. Y abro las puertas a un debate: ¿son procedimientos contradictorios? ¿Qué pensar si un médico colegiado recomienda aplicar tratamientos naturales?
¿A qué recurrimos: al paracetamol o al tomillo, la miel y el limón? ¿Mejor vitaminas en ampollas o jalea real para revitalizarse? Lo que es seguro es que las dos opciones tienen la base en las propiedades curativas, sea mediante la química o la fitoterapia. Ustedes deciden.
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