domingo, 27 de octubre de 2013

Nada para desayunar

Aproximadamente a las 13:00 horas de hoy, con el horario de invierno recién instaurado, me encontraba circunstancialmente sentada en el banco de una avenida de Puerto de la Cruz. Cercana a esta localización se encuentra una zona habilitada para practicar patinaje, donde acuden regularmente los populares skaters de todas las edades.

Pasa haciendo esfuerzos sentado sobre su monopatín un niño de unos 6 o 7 años de edad. Llevada sobre sus piernas una bolsa plástica con dos botellas de agua en su interior. Enseguida se encontró con uno de sus amigos que le interpeló: -"¿Qué trajiste?", a lo que él respondió: -"Sólo agua, no había nada para desayunar".

Este simple episodio me invitó a realizar algunas reflexiones. En primer lugar tengo que citar los comedores escolares que ofrecen, coyunturalmente por la situación de crisis que vivimos (aunque oficialmente hayamos salido de la recesión) desayuno gratis a cientos de niños que no pueden tomarlo en casa. Hasta ahora no me había percatado qué ocurre el sábado y el domingo. Y parece que toca ayuno hasta el lunes.

Como segundo apunte, tengo que mencionar lo delicada que tiene que ser la economía familiar de quien no tiene para ofrecer el alimento a sus hijos. Sin duda, es una acción prioritaria y si no hay para comer, ya no digamos cómo se presenta el panorama para hacer frente al pago de los gastos domésticos. No todo lo cubre la solidaridad de organizaciones sociales. Y luego, el cinismo de algunos representantes públicos con su bajada de salario.

Niños que no desayunan, universitarios que no pueden estudiar porque no pueden pagar las tasas, millones de personas activas que no encuentran empleo, una señora a la que echan del trabajo por faltar el día que la desahucian. Incongruente, injusto y lastimoso. Y así seguimos, en un país donde cada año las entidades bancarias aumentan sus beneficios en millones de euros, cuando otros no tienen pan para echarse a la boca.

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