domingo, 10 de noviembre de 2013

Amor de madre

Por todos es comprensible que el amor de madre es uno de los quereres más puros e incondicionales que existen. "Madre no hay más que una", se suele decir. La progenitora de un asesino o de un violador, verá siempre a su hijo tras una visión muy distinta de la de aquellos que le acusan y le culpan.

Sólo una madre aguanta desvelos, consuela incansable en el dolor y puede ser cómplice de cuan vil acción emprenda su descendiente, y no ser capaz de juzgarlo como lo hace el resto de la sociedad. Aquí pongo el ejemplo de José Bretón, asesino de sus hijos, a quien su madre asistió en el juicio, mientras que su padre no fue capaz ni de dirigirle la mirada. En un caso tan duro, imaginen el papel de esa madre y de esa abuela.

"Amor de madre", rezan los tatuajes de algunos hombres rudos. Y por muy fuertes que parezcan, pocos son indiferentes a la opinión de una madre. Una madre mayor, una madre lejana, pero siempre su madre. Y soslayando el debate entre madre biológica y madre adoptiva, resalto que el amor que puede sentir una mujer por un bebé es sincero, inquebrantable y perpetuo.

Lo que no puedo evitar exponer es que hay madres y madres. Una madre que es capaz de abandonar, de matar o de vender a su hijo, ¿hasta qué punto puede denominarse madre? Recientemente vi un reportaje televisivo sobre la venta de bebés, una auténtica trama que parece haber sido el fruto del negocio desde enfermeras hasta monjas en varios países. Una red corrupta que se valía de la venta de recién nacidos, unas veces engañando a las parturientas con su muerte (como se han conocido numerosos casos en España) y en otras ocasiones con el consentimiento de la madre, para librarse de la evidencia de una relación extramatrimonial y evitar ser repudiada socialmente.

Madre no será toda hembra que pare, sino quien quita de su plato para darle a su hijo, quien enseña, quien es constante y paciente, quien acompaña, quien arropa, quien cura, quien siente, quien llora, quien comparte momentos con su crío, quien juega, quien defiende a capa y espada, quien hace de un instante una lección de vida, quien transmite principios y quien es feliz viendo lo que ha sido capaz de inculcar. Ante todo esto y mucho más sólo hay una explicación. Se llama amor de madre.



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