Cuando conocemos la noticia de la muerte de personas que han marcado nuestra vida en diversos ámbitos, nos sentimos tristes, dolidos, nos falta algo. Ese sentimiento es distinto al pesar que sufrimos cuando le ocurre algo malo a alguien que conocemos; pero que no deja de apesadumbrarnos.
Quedamos huérfanos. Así lo titulan los medios de comunicación, bien sea en el sector de la literatura, el cine, el fútbol, el periodismo, la música... Lo cierto es que cuando muere alguien a quien admiramos por lo bien que hace su trabajo, aquejamos una aflicción.
Así me ha ocurrido con el fallecimiento de Chavela Vargas o Gabriel García Márquez. Eso mismo he sentido hoy tras conocer la muerte de Robin Williams y lo seguiré sintiendo cuando otros grandes vayan cayendo. Es que los buenos siempre dejan huella, por muy lejos que se vayan.
No hay comentarios:
Publicar un comentario