Hay determinadas personas que tienen consigo cierta habilidad para integrar a aquellos otros que se unen a un grupo con posterioridad. Ocurre en las ocasiones en que quien es nuevo en un colectivo se siente solo, fuera de lugar y la timidez le juega malas pasadas. Por fortuna, en estos casos suele aparecer una persona cuya sonrisa y afán conciliador facilitan la relación y hace como si le dieran un empujoncito al nuevo miembro.
Piense cuando se ha unido a una clase, a un equipo de deporte, a un trabajo. Los inicios una vez que el grupo ya está formado son desventajosos para el nuevo, pero cuando interviene alguien empático y actúa a su favor hace el trance mucho más llevadero.
He conocido a varias personas así en mis experiencias. Es una actitud que admiro, valoro y he aprendido a repetir con quienes viven esta situación que relato. Ser amable no es nada costoso. A veces basta con presentarnos y darles la bienvenida. Es una respuesta cortés a la par que coherente, pero es sobre todo solidaria para quien se une.
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