La inestabilidad meteorológica que vivimos a comienzos de esta semana se tradujo en la mañana del miércoles en un grandioso y espectacular arcoiris. Muy temprano, antes de las 8.00, el cielo nos dio un regalo que superó a cualquier San Valentín.
Las franjas de colores dibujaban la sonrisa y la ilusión en las caras de quienes, como yo, lo descubrimos al volante. Otros iban de camino al trabajo, haciendo deporte o se dirigían al instituto. Todos fuimos víctimas y cómplices. Hicimos una pequeña pausa para disfrutar de un regalo. Me embargó una sensación enormemente placentera para comenzar la mañana.
Simplemente habíamos compartido un instante. Y no era una broma en Whatsapp. Todos estábamos mirando al cielo.
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