Hace unas semanas fue el día de San Valentín. Es una de las pocas ocasiones en la que los varones van por la calle con ramos de flores. Me resulta tan gracioso verles erguidos y casi acomplejados acelerando el paso, no vaya a ser que se cuestione su hombría por el detalle romántico.
Lo mismo ocurre en tiendas de lencería. Hay muchas de ellas en las que, si acuden en pareja, los hombres esperan por fuera mientras la mujer elige o se prueba las prendas que vaya a comprar.
Ya no recordaba el caso de las compresas. Creí que se había normalizado, pero hace sólo unos días escuché a un hombre hablar sobre ello. Confesó no haberlas comprado nunca y no saber dónde se ubican en el supermercado las compresas o los tampones.
Sin embargo, es bastante habitual que una mujer compre ropa interior masculina u otros útiles para el uso del hombre sin que suponga ningún problema. ¿Hablamos de nuevo de micromachismos? Me gustaría pensar que no.
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