martes, 28 de noviembre de 2017

Preocuparse

Es condición de la raza humana preocuparse por asuntos que nos conciernen a nosotros mismos o a nuestros allegados, en los que muchas veces no podemos interferir.

He leído aportaciones de algunos críticos y estudiosos de la psique que defienden que las preocupaciones y la culpabilidad son conductas que hemos heredado y asimilado sin discutir. Por ejemplo, yo tengo que sentirme mal si despiden a un compañero de trabajo. Seguramente no me guste la idea, pero como me sienta yo no va a cambiar para nada el resultado. He puesto sólo un ejemplo, pero sería aplicable a cualquier otro caso: la enfermedad de un familiar o que me estafen en el supermercado.

Nos hemos nutrido socialmente de actitudes y modos que repetimos sin cuestionarnos por qué. El estado esencial y genuino es el de un niño, es nuestro yo más puro, lejos de convencionalismos. Un niño grita cuando le apetece gritar o come cuando quiere comer. Una vez que nos educan vamos perdiendo también la espontaneidad que nos caracteriza para ir adoptando formas estereotipadas de comportamiento. Perdemos naturalidad y adquirimos pautas de comportamiento y una de ellas es preocuparnos y perder el sueño por asuntos que nos vienen grandes, o pequeños...

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