sábado, 2 de junio de 2018

Gofio

El pasado día de Canarias fui a una gasolinera y uno de los dependientes me ofreció un sobre con gofio. Me fui contenta con mi regalo y cuál fue mi sorpresa al conocer que las nuevas generaciones están aprendiendo en el colegio desde la educación infantil a preparar gofio amasado. Nada mejor que nuestro cereal, solo, con leche, en el potaje, amasado con plátanos, almendras o como gusten tomarlo. Me enorgullece saber que uno de los elementos de nuestra gastronomía forma parte también de nuestro día a día.

Por otro lado, el mismo día fui a un supermercado, que para mi sorpresa abría el festivo. En las cajas las trabajadoras iban vestidas con el traje típico de las Islas. "Bonito gesto", pensé, pero enseguida me chocó el acento de la cajera que pronunciaba: "CatorCe con veintiCinco Céntimos" y resalto las C porque ella no seseaba. Entonces no me pareció tan buena idea lo de la indumentaria. Está bien vestirse con el traje tradicional si eres canario o si lo sientes, pero no tanto si te lo impone tu empresa a modo de disfraz, como cuando te endosan el gorro de Papa Noel en Navidad.

A mí no me gustaría que me hicieran vestirme con el traje de otro lugar. Igual me apetece ponérmelo y eso sería genial, pero que no se imponga, porque la vestimenta tradicional canaria representa una cultura y es fruto de la tradición de los antiguos pobladores de nuestra tierra. Está mal que se reproduzca el patronaje desde industrias textiles, porque no se trata de churros, de una camiseta o un bañador, sino que entraña la idiosincrasia del pueblo canario.

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