viernes, 25 de mayo de 2018

Mi trabajo es quererte

Hoy quiero centrar la mirada en un porcentaje de la población que realiza una labor extraordinaria. Son personas que en muchas ocasiones han dejado de trabajar, han dado un nuevo rumbo a sus esperanzas e ilusiones y dedican su vida al completo a hacer la vida de otros más feliz. Me refiero a los padres de niños enfermos.

Estoy hablando de quienes no han tenido más remedio que aceptar el revés que les ha dado la vida y concentran todos sus esfuerzos en buscar una mejoría para sus niños. Las terapias, los tratamientos y la asistencia médica forman parte de sus rutinas y en algunos casos lo serán de por vida.

Entiendo la angustia que deben sentir y la preocupación que les invade ante el solo pensamiento de no poder asistir a sus hijos un día. Para ellos no existe la desconexión, las vacaciones ni el relax. Hacen frente a una vida dura, que sólo se ve recompensada por el amor y la sonrisa de quienes sufren patologías o dolencias. Esa es una respuesta sincera que les proporciona las fuerzas para seguir adelante.

Lo menos que podemos hacer los demás es arrimar el hombro, exigir derechos y ayudas por parte de las instituciones. Debemos reclamar que les garanticen una vida digna y lo más cómoda posible, luchar por la integración y la educación en la diversidad, porque todos podemos ser enfermos o familiares en cualquier momento y porque la empatía es una gran virtud.


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