Siempre hemos valorado la importancia de la apariencia, de nuestra forma física de presentarnos ante las personas; pero me ha sorprendido la idea imaginaria que uno tiene sobre el aspecto de alguien en concreto en función de a lo que se dedique profesionalmente. Me explico.
Hace ya algunas semanas tuve una cita con una fuente para un reportaje que estaba elaborando. Contacté con esta persona por teléfono y acordamos vernos en un lugar determinado. Como no nos conocíamos, permanecí durante unos minutos examinando a todo aquél que pasaba cerca y me miraba con curiosidad. Tal vez debí plantearme que el individuo en cuestión estuviera tan dudoso como yo, pero no. Llegó súbitamente y con la misma me identificó. Nada más llegar me dijo: "Sabía que una periodista llevaría un cuaderno o una grabadora".
Se quedó en nada el tiempo que pasé escudriñando a todo ser viviente. Él me reconoció por llevar un cuaderno en la mano y una grabadora en el bolso. Y el cuaderno no era extraño si aclaro que nos vimos a las puertas de un colegio.
Después del encuentro analicé el comentario. Y es que no creo que llegue a plantearme cómo es el aspecto de un fontanero o de un policía si lo veo fuera de su entorno de trabajo. Hay elementos que nos identifican. Algo tan insustancial como un cuadreno ha descrito una categoría profesional. Y serviría también para reconocer a un dibujante o a un profesor. Y un lápiz puede describir a un arquitecto o a un carpintero, un micrófono a un cantante o a un presentador, un maletín a un maestro o a un banquero, una bata blanca a un científico o a un médico.
Por tanto, la apariencia no es sólo el cuerpo, sino también los accesorios que llevamos con nosotros. A razón de lo que se pone, le pueden identificar y hacerse una idea sobre usted, que, por supuesto, unas veces puede ser certera y otras no.
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