domingo, 6 de diciembre de 2015

Aspavientos

Anoche tuvo lugar una comparecencia pública del señor Mariano Rajoy en una cadena de televisión. Después ausentarse del debate que organizó El País con varios candidatos a la Presidencia del Gobierno, (no todos porque a Alberto Garzón no le dieron cabida), el gallego accedió a responder las preguntas de ciudadanos de a pie.

Sin atender a las ecurridizas respuestas del candidato, he desviado mi atención al lenguaje no verbal. La manera en que movía sus brazos y apuntaba con el dedo a la hora de argumentar era, para mi gusto, un tanto exagerada. El bolígrafo que sostenía en las manos le servía para canalizar el nerviosismo y desviaba la atención de la integridad del mensaje. En algún momento parecía que iba a marcarse una coreografía; lo que no sería de extrañar, tras la aparición de los aspirantes políticos en diversos espacios televisivos para demostrar sus habilidades en la danza, su pésima mano en la cocina o dónde veraneaba con sus padres.

Permítame la incursión, pero ese afán por demostrar que son personas corrientes, que realizan caminatas en verano o son capaces de cantar al son de la guitarra, sólo tienen cabida en la campaña electoral. No hay más que mencionar el popular programa de Bertín Osborne, que acapara más audiencia que cualquier espacio informativo. Incluso si no lo ha visto, llegará a conocerlo mediante las redes sociales y bromas.

Pues bien, después del 20 de dieciembre cada uno vuelve a sus escaños y se acaba el paripé. Se recoge el atrezo y hasta la próxima campaña, como si de un espectáculo itinerante se tratara. Y si lo piensa, no es más que eso.

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