Hace unos días estuve un rato en una sala de espera de un centro de salud público. La doctora llamó a varios pacientes que fueron entrando en orden para ser atendidos y mientras tanto los que esperaban intentaban matar el tiempo.
Algunos se entretenían con el teléfono móvil, tengo que decir que la mayoría. Llegué a contar trece personas en la sala y de ellas ocho consultamos el móvil. Es un refugio, una vía de escape, una forma de llevar la espera de manera más amena. Raras veces existe la posibilidad de conversar con otros pacientes, porque no se conocen y el diálogo no podría ir mucho más lejos del estado del tiempo o alguna cuestión relacionada con el centro.
Al poco tiempo llegó un niño acompañando a sus padres y pasó a ser el centro de atención con sus juegos y guiños. Le quitó relevancia al teléfono. Muchos preferimos ser cómplices de las travesuras del pequeño, que hizo la espera mucho más agradable.
La lectura podría ser otra alternativa, pero se la debe llevar desde casa, porque en los centros sanitarios no se dispone ni de un triste folleto para entretenerse. Podría implantarse la idea de ceder varios libros que estén disponibles para quienes esperan. Mientras tanto, seguiremos mirando el WhatsApp.
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