Seguro que por más organizado que sea uno en algún momento hemos tenido cosas pendientes que hacer. Colocar ropa, ordenar papeles, clasificar correos electrónicos u otras labores que se van acumulando y que dejamos para un momento más oportuno.
El problema es que ese momento idóneo muchas veces tarda en llegar. Las tareas pendientes suelen acumularse y crear mayor carga de trabajo. Si planchas una camisa cuando la vas a utilizar probablemente tengas que rebuscar entre la tonga de ropa que está esperando para ese momento preciso en que tengas ganas de dedicarle tiempo a planchar. En algunos casos, precisamente llegan a reunirse tantas cosas pendientes porque son labores tediosas o que no son apetecibles.
Desde mi punto de vista, aunque seas una persona metódica que trabaje bajo una rigurosa agenda, siempre habrá un montoncillo de cosas pendientes, algo que espera un momento poco frecuente al que poderle dedicar nuestra atención. Ya hablemos de colocar el cajón de los calcetines o enfrentarnos a poner en orden la mesa de trabajo. Sólo una recomendación: ánimo.
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