Desde comienzos de octubre, las personas que adquieran productos con más de un 2,3% de contenido graso deben pagar un impuesto de 2,15 euros por cada kilo de grasa saturada. Esto ha provocado que los últimos días antes de instaurar el impuesto, los daneses acudieran masivamente a los supermercados para abastecerse de productos que luego serían mucho más costosos, como la mantequilla, el queso o el aceite.
La puesta en práctica del impuesto ha generado el desacuerdo de muchos ciudadanos. En Dinamarca un 10% de la población sufre problemas de obesidad y un estudio realizado por el Instituto Danés de Alimentación y Recursos Económicos revela que un 4% de las muertes prematuras que se producen en el país son causadas por un consumo excesivo de grasas. Aún así, la tasa de ciudadanos obesos del país nórdico es inferior a la de España, donde alcanza el 17%.
Sin duda, la medida ha traspasado fronteras, ya que la noticia se presentaba en la portada de informativos españoles y ha ocasionado múltiples comentarios entre expertos nutricionistas. Hay otros países europeos como Reino Unido que no descartan establecer esta iniciativa, pero el Ministerio de Sanidad de España declara que por el momento no se ha considerado este planteamiento.
No es extraño que el impuesto danés traiga a la mente los tributos que el Gobierno de España quiere aplicar sobre el tabaco y el alcohol, exceptuando el vino y la cerveza. Estas iniciativas, que no dejan de ser incentivos económicos para los gobiernos de uno y otro país, no tendrán tanto en cuenta la salud de sus pobladores como la intención recaudatoria.
No se trata de aplicar "impuestos saludables" que aboguen por el bienestar de los ciudadanos, sino que se gravan aquellos productos que no son beneficiosos para la salud para obtener a cambio unos ingresos considerables. Estos gravémenes no van a contribuir a que se deje de ingerir grasas o a que los ciudadanos abandonen el tabaquismo, sino que contribuyen a que estos hábitos sean más dificultosos económicamente para la población.
Hay que apuntar que tomando medidas restictivas de índole tributario los ciudadanos toman en consideración sus actuaciones y son más respetuosos. Un ejemplo real es la reducción de las muertes en las carreteras tras establecer penalizaciones económicas más severas por rebasar los límites de velocidad. Si se trata de tasas dinerarias, se controla más la forma de proceder y por esto tienen éxito los tributos que gravan los hábitos nocivos para la población.
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