sábado, 11 de febrero de 2012

Hijos huépedes

Padres y madres de jóvenes españoles, tras darles una educación y facilitarles el acceso a unos estudios, han visto cómo cerca de los treinta sus hijos se independizaban de los hogares familiares. En algunos casos han conformado una familia y otras veces simplemente se han ido de casa con un proyecto por delante.
                       
En estos tiempos, desgraciadamente, y con la crisis económica como verdugo en la mayoría de las ocasiones, estos mismos padres han tenido que abrir las puertas para recibir de nuevo a sus hijos, que regresan con toda la ilusión perdida. Ejemplos de esto son personas a las que les han quitado sus casas por la imposibilidad de hacer frente a una hipoteca porque se han quedado sin trabajo. El subsidio que pueden cobrar por desempleo, en el mejor de los casos, no es suficiente para comer y hacer frente a los pagos de las facturas domésticas.

Aquellos que se forjaron un sueño, el de independizarse y formar su vida en un hogar propio, vuelven a ocupar la habitación en la que soñaron estas fantasías que, hoy por hoy, son utópicas. El sueño que en realidad les haría despertar de la ensoñación sería conseguir un empleo digno que les permitiera construir un hogar y disfrutar de su tiempo. Lejos de lujos y de extravagancias, el mayor anhelo de los jóvenes es poder vivir el día a día, a poder ser en casa propia y sin los padres.

Padres de ayer y de hoy, que soñaron un futuro mejor para sus hijos, desean que tengan un presente que les permita trabajar para vivir y comer, exactamente lo que hacen ellos desde hace décadas. Mientras tanto, los hijos se sienten huéspedes en la casa de sus padres y la sopa se sirve en la mesa de nuevo para toda la familia.

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