Desde siempre se ha oído decir que donde mejor se come es en casa. Como en casa en ningún sitio. Y la verdad es que ateniéndonos a las últimas noticias que hemos conocido esto se convierte en una razón de peso.
Que nos han colado carne de caballo en las hamburguesas de vacuno nos conmocionó, pero que hayan encontrado bacterias E.coli procedentes de heces en unos pasteles que comercializan las cafeterías de Ikea, es una auténtica vergüenza. Nos invita a plantearnos muchas cosas respecto a la alimentación en locales de restauración. Lógicamente, no se puede generalizar, pero este hecho tiene especial gravedad. No encuentro explicación posible.
Si comenta con sus conocidos alguna anécdota desagradable que haya sucedido en un establecimiento hostelero, seguramente le narrarán algún hallazgo o suceso que les haya acontecido. Imagínese las peripecias que tiene que sufrir una persona alérgica a algún alimento como el huevo, (caso que conozco personalmente), cuando va a comer en un restaurante.
Lo más seguro en casa. Para saber lo que comemos parece que lo más eficiente es ataviarse del delantar y ponerse tras los fogones. Pero siempre se agradece salir a comer fuera. En un sitio y en otro, lo mínimo que se puede exigir es cuidado e higiene a quien prepara la comida. Porque "ojos que no ven, corazón que no siente", pero en estos casos: el estómago padece.
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