En nuestra cultura el acto de reunirse y celebrar está estrictamente relacionado con la comida. Cumpleaños, bodas, comuniones y otro tipo de eventos no se entienden sin un brindis y aunque sea un mínimo aperitivo.
Este hecho está tan intrínsecamente asentado en nuestra sociedad que las personas que tienen algún trastorno alimentario tienen limitadas sus relaciones interpersonales. No haríamos los mismos planes si en lugar de coincidir con nuestros familiares para compartir un almuerzo, un café o una copa, quedásemos para pasear o exclusivamente para dialogar. De hecho, algunas conversaciones serían inviables sin un refrigerio de por medio.
Cuando llega una visita a una casa lo primero que realizamos es el ofrecimiento de tomar algo. Y es que la invitación a compartir momentos a la mesa es una forma de relacionarnos, como decía, bien instaurada entre nosotros. Sigamos brindando y que no falte el piscolabis.
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