Hoy en todo lo que hacemos y en nuestra actitud buscamos la diferencia. Luchamos por destacar, por distinguirnos y por resultar diversos ante la gran masa social.
Hace sólo unas décadas ocurría lo contrario. Los regímenes dictatoriales y fascistas se encargaron de eliminar a quien era diferente, a quien sobresalía o a quien simplemente no seguía las pautas impuestas. Los progresistas, los liberales, los homosexuales o, simplemente, los justos no tenían cabida en un sistema político que, eliminando las diferencias, perseguía todo lo contrario a la igualdad.
Años después, con las viviencias sociales que esta Europa ha experimentado, me sorprende saber que aún existe quien condena la diversidad, lo heterogéneo y plural. En éste, que se empeñan en definir como "un tiempo nuevo", se han superado barreras en el ámbito social; no obstante, aún queda por qué luchar. Combatir el racismo, la violencia, la discriminación, el acoso, el terrorismo..., pero fomentar la libertad, la igualdad, la heterogeneidad.
Es el momento de aceptar y consolidar las diferencias en un mundo desigual, pero compuesto de muchos integrantes. Todos.
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