Ante la emergencia de las redes sociales, accedemos a diario a multitud de información, muchas veces de índole privada, de nuestros contactos. También es verdad que cada usuario pone a disposición de sus "amigos" virtuales aquello que quiere o decide que conozcan.
Estos días he reflexionado sobre los datos que algunas personas hacen públicos y que yo considero referente a la más estricta intimidad. Esta semana un contacto compartió la reciente muerte de su madre, en el mismo día de su fallecimiento; por otra parte, una persona hasta fotografió la corte fúnebre de su abuela a su llegada al cementerio.
Desde el más profundo respeto, y conociendo la pesadumbre que se debe sentir en ese momento, considero que conseguir un "me gusta" no se puede sustituir por las condolencias de quien de verdad siente la pérdida de la persona a la que despiden.Y lo califico como una actitud frívola.
Algo similar encuentro en la publicación de los estados personales y la acción de facilitarle a cientos de contactos la más detallada crónica de su ánimo, sin entender que en supuestos de este calibre las redes sociales pueden jugar una mala pasada. No critico estas prácticas, cada quien es libre de expresar y de mostrar lo que desee de su vida; simplemente es que hago de mi privacidad un uso escueto e íntimo.
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