Muchos jóvenes que estudiaron una carrera hace unos años quieren incorporarse al mercado laboral en este momento y se encuentran con la negativa de las empresas. La respuesta es que están demasiado preparados.
Multitud de familias brindaron a sus hijos los privilegios formativos de los que ellos no pudieron gozar. Con el fin de evitar un trabajo duro y escasamente remunerado, las nuevas generaciones se prepararon para estudiar titulaciones superiores, másteres e idiomas. Tienen conocimientos de informática y dominan las materias técnicas específicas de sus titulaciones.
Después de años de sacrificio, el mundo empresarial les cierra las puertas y no les permite emplearse siquiera en puestos inferiores a su titulación, como cajeros o dependientes. Son personas con un alto perfil profesional que descartan bien porque están demasiado preparados y exigirán condiciones laborales mejores, o bien porque abandonarán el puesto en cuanto tengan una oferta laboral que se adecúe a sus perfiles. Sin embargo, los ingenieros, periodistas, farmacéuticos o profesores podrán desempeñar un puesto de trabajo inferior a su preparación, y son jóvenes preparados, dispuestos, con iniciativa.
Lo que ocurre es que las oportunidades de trabajo a universitarios dentro de su especialidad son ínfimas. Por ello es habitual encontrar a un psicólogo ejerciendo de camarero o a un médico de peón de obra. Es lamentable, pero ocurre. Por desgracia, muchos han sido descartados de procesos de selección por haber cursado una carrera.
¿Y qué hacemos mientras tanto? Esperar a que el sistema de empleo español les ofrezca trabajo es una utopía. De ahí la tremenda fuga de cerebros que apunta esta nación. Múltiples países absorven a personas preparadas en España, que no les ha costado formar, y les integran en puestos de trabajo acordes a su preparación académica. Entonces, ¿cuál es la solución?, ¿compramos los billetes?
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