Estos últimos meses hemos visto la incesante llegada de refugiados, procedentes de Siria, que han llegado a varios países europeos huyendo de la guerra y la masacre.
Igualmente, las costas de los países del sur de Europa llevan años recibiendo pateras de inmigrantes que huyen de sus países de orígen buscando un futuro simplemente más esperanzador.
Quienes están recibiendo a los que llegan son los que han dado la mano a la tragedia, quienes conocen la desesperación y quienes han tenido que elegir a quién ayudar. Esta semana socorristas y pescadores trabajaban sin descanso en la isla de Lesbos atendiendo a los refugiados. Relatan en primera persona el sentimiento contradictorio de salvar a unos y no poder atender a otros por la falta de recursos. Mientras tanto, las políticas del Frontex y las instituciones comunitarias son francamente insuficientes.
Desesperación, frustración e impotencia frente a esperanza, ilusión y sueños. La línea que los separa no es sólo la frontera, sino las acciones políticas y nuestra base educativa, que nos impide ser mínimamente empáticos.
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