jueves, 8 de septiembre de 2011

Qué de quién

Hace unos días vi en un programa de televisión el caso de dos jóvenes que denunciaron acudir a la consulta de un psicólogo en Sevilla y descubrieron que el médico se dedicaba a masturbarse mientras ellas relataban sus preocupaciones o sus problemas.

El doctor, que por lo visto estaba muy bien considerado puesto que era profesor en la Universidad, cobraba 70 euros por sesión. La metodología que practicaba era tumbar a las pacientes en el diván y colocarse justo por detrás de ellas para escuchar lo que las chicas, siempre chicas, por supuesto, relataban. Según su argumentación, se ubicaba en este lugar para no intimidar a las jóvenes y que pudieran expresar con libertad, sin estar sujetas a la mirada del psicólogo, lo que les sucedía.

Una vez sentado justo por detrás de las pacientes y cuando éstas comenzaban a contar su caso, el médico comenzaba su "terapia particular".

Las pacientes que acudieron a la consulta denunciaron la situación ante el programa y este espacio decidió enviar a una redactora para que se hiciera pasar por una paciente. Una vez en las instalaciones donde realizaba la consulta, el médico comienza a interrogar a la joven haciéndole múltiples preguntas de contenido sexual con un tono bastante grosero. Tras el interrogatorio, hace pasar a la redactora a la sala donde se encontraba el diván y en su distinguido puesto el médico sin ningún atisbo de duda y siendo la primera vez que atendía a esta persona, saca su pene y se masturba durante toda la sesión. En este caso, no reparó en el dispositivo que portaba una cámara oculta y que ha dejado en evidencia a esta supuesta eminencia de la Psicología.

Una vez concluye el tiempo que dedica a "escuchar" a la joven, la despide, puesto que anteriormente había abonado el precio de la asistencia, y la cámara capta cómo antes de llegar a la puerta de salida el psicólogo se persigna, agradeciendo que todo ha salido bien.

El programa que emite el reportaje se pone en contacto con las autoridades pertinentes, tanto con una entidad contra el abuso sexual como con el Colegio de Psicólogos de la región, y ambos concluyen que efectivamente no se trata de ningún tipo de terapia, pero, no obstante, no es condenable esta actitud obscena porque se considera una falta.

En el mismo programa se declaró el caso de un supuesto odontólogo que no era colegiado, ni tenía estudios de odontología y pasaba consulta atendiendo a los pacientes por unos precios sospechosamente mucho más baratos que los del resto de clínicas dentales. Justificaba esta situación diciendo que su clínica era algo antigua y no contaba con novedosa maquinaria que el resto de profesionales tienen en sus centros y, que según este señor, suben los precios para pagar estos aparatos.

Este tipo de actitudes en pleno siglo XXI son desde luego detestables y desde mi punto de vista condenables vengan de parte de un profesional colegiado o de uno que se hace pasar por un profesional sin serlo.

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