Hoy se conmemoran 10 años de la aprobación del matrimonio igualitario en España. Desde entonces miles de parejas del mismo sexo se han casado y han adquirido lo que se convirtió en un derecho fundamental. La semana pasada ocurrió lo mismo en Estados Unidos y el mundo entero enarboló la bandera multicolor del arcoiris.
Hoy los ciudadanos españoles somos más tolerantes. La legislación nos equipara a todos sin que exista razón de discriminación por el sexo, la raza o la religión, entre otros aspectos. Sin embargo, la adopción por padres homosexuales o la familia monoparental está siendo otro dilema, pero hasta los anuncios de Coca Cola le paran las patas al conflicto.
Esta mañana decía Iñaki Gabilondo que hemos sido educados para ver la diferencia y es cierto. Desde pequeños nos señalan lo desigual, lo diferente; pero gracias a las libertades hemos conquistado terreno. No puedo dejar de señalar a los activistas de colectivos como LGTB, que se han dejado la piel por conseguir un país más justo.
Anoche leí que el Papa Francisco abre las puertas de la Iglesia a homosexuales, divorciados y parejas de hecho. Mi comentario al respecto es que ha ganado la cordura, y no podía ser de otra manera, porque aún siendo diferentes, somos iguales.
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