Esta tarde vi a un niño acompañado de quien parecía su padre volando una cometa. No era una de esas modernas que se compran con formas de animales o motivos geométricos, sino una cometa artesanal. De las que nos hacían antes nuestros padres, con caña, papeles de colores y una cuerda.
En ese momento pensé: ¿qué mejor manera de celebrar el día de Canarias que transmitiendo tradiciones? En mi fantasía me pareció verles construirla juntos y salir a volarla con tanta ilusión...
Eso es la felicidad: momentos compartidos, ilusión, aprendizaje, libertad y seguir la estela que han marcado quienes nos educan, pero mover nosotros los hilos al ritmo del viento.
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